La vida está hecha de espacios, nosotros te ayudamos a encontrarlos
La mayor parte de las personas está acostumbrada a medir la vida en base al tiempo: días, meses, años. Nosotros, en cambio, creemos que la vida es sobre todo una cuestión de espacios. Deténganse un momento y piensen en ello. Desde que venimos al mundo – y ya esta expresión describe el nacimiento como la llegada a un lugar – es el espacio que nos rodea lo que define el perímetro de nuestra existencia. Desde el confín angosto y seguro del vientre materno hemos sido empujados a un nuevo entorno, que progresivamente empezamos a descubrir y a descodificar, pero que al principio está enmarcado por las orillas de la cuna o de una pequeña cama, donde se asoman los rostros familiares de nuestros padres.
Luego, pronto llega el momento de explorar lo que se despliega a nuestro alrededor y a cada nuevo paso en nuestro crecimiento, corresponde una conquista de un nuevo espacio. El niño que aprende primero a gatear y luego a caminar se mueve con todo su cuerpo para visitar y conquistar lugares desconocidos, con el deseo y el objetivo de hacerlos suyos a través de la experiencia. Y es así como logramos trazar confines precisos, capaces de delimitar el espacio de los afectos, de las relaciones y de las experiencias positivas, distinguiéndolos de lo que está afuera. Es lo que llamamos hogar: un lugar que está destinado a marcar toda nuestra existencia.
Los espacios que crecen, los espacios que no bastan
Todos nosotros crecemos. Y con nosotros también crecen los espacios a nuestro alrededor. Tenemos una cuna, después otra cama aún más grande, luego un cuarto todo nuestro o compartido. A la casa se agregan otros lugares externos a ella – la guardería, la escuela, el parque, la cancha de juegos, las casas de otros – que componen el variado paisaje que es el telón de fondo de nuestra vida. Nuevos espacios, nuevos encuentros, nuevos descubrimientos.
Hasta que, de repente, el perímetro que desde siempre ha delineado nuestra historia personal empieza a volverse demasiado angosto y a parecerse cada vez más a una jaula. Los espacios que nos hemos construido nos parecen demasiado pequeños para todos los sueños y los anhelos con los que quisiéramos llenarlos y es así como partimos, a la búsqueda de aquello que seremos. Nuevos lugares nos acogen, ya sean la habitación de un colegio o de un departamento en la ciudad, pero dentro de nosotros ya sabemos que estas son paradas provisorias del largo viaje que hemos emprendido: un viaje que nos conduce a lugares de los que a veces no conocíamos ni siquiera la existencia y que a pesar de ello los amamos como si nos hubiesen pertenecido desde siempre. Nuestro espacio ya no tiene fronteras, se extiende hasta volverse el mundo entero.
Espacios para compartir y habitar: la primera casa
Más tarde, he aquí que llega alguien especial a nuestro espacio. Las relaciones más intensas e importantes de la vida atraen dentro de nosotros la necesidad de espacios íntimos y discretos, accesibles única y exclusivamente a la persona que se ha abierto camino en nuestro corazón. La primera casa juntos, las soluciones improvisadas, la precariedad en la que falta de todo excepto aquello que es fundamental. Poco a poco empieza a tomar forma la casa que siempre soñamos, un lugar compartido que sentimos la necesidad de decorar, habitar y vivir según nuestros gustos y nuestros sueños: un espacio todo para nosotros, por fin.
Y la vida sigue adelante, repitiendo al infinito el mismo guion, pronto nos encontramos teniendo que reevaluar nuestros espacios y modificándolos para acoger las nuevas vidas que han enriquecido nuestra propia vida. Nuevos hogares en nuevas ciudades para dar espacio a los recién llegados miembros de nuestra familia, y también para satisfacer nuevas exigencias y necesidades que la vida trae consigo. Y así la historia comienza de nuevo, con nuevos protagonistas y ambientes que evolucionarán siguiendo distintos pasos.
Los nuevos espacios de nuestra vida, con NEO
Pero nuestra historia, la que hemos vivido en modo personal, ha seguido adelante y sigue haciéndolo. Mirando hacia atrás, en vez de contar los años transcurridos intentemos pensar en los espacios de nuestra existencia: nos daremos cuenta de que cada capítulo de nuestra vida ha tenido lugar en un espacio distinto y preciso, y que cada vez que hemos cambiado de vida también hemos cambiado nuestros espacios. Todavía no sabemos a qué lugar nos llevará el futuro, cuáles serán los confines que atravesaremos y dónde realizaremos las nuevas perspectivas que se abren delante de nosotros: pero lo que sabemos con total certeza es que estaremos listos para encontrar el espacio adecuado para cualquier nuevo proyecto de vida.
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